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Proyecto pionero en Chile busca recuperar al felino más pequeño de América

Por Lorenzo Palma / 25 de septiembre de 2018
Leopardus guigna
© Eduardo Silva-Rodríguez
La iniciativa busca reducir las principales amenazas que enfrentan las poblaciones de güiña
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La iniciativa incluye corredores biológicos y medidas para la tenencia responsable de mascotas, con el fin de reducir las principales amenazas que han disminuido la población de la güiña, especie que solo vive en Chile y Argentina.

Puede presentar un pelaje café, atiborrado de pequeñas manchas oscuras, o de color completamente negro en el caso de un individuo “melánico”. Se asemeja a un leopardo, pero en miniatura: es tan chico que su tamaño promedio alcanza la mitad de un gato doméstico. Su nombre proviene del mapundungun, que significa “cambio de morada”, y si bien es estigmatizado por supuestamente ser un “ladrón oportunista”, en realidad se trata de un animal que lucha a diario por sobrevivir. Hablamos de la güiña (Leopardus guigna), el felino más pequeño de América, que se encuentra vulnerable a la extinción.

Por esta razón, un equipo de científicos e instituciones implementará un plan pionero para la conservación de la güiña en Chile, con el objetivo de frenar el declive que ha sufrido la población de este felino que vive en la zona centro y sur del territorio. El proyecto, que será financiado por un fondo National Geographic para la recuperación de especies al borde de la extinción, se desarrollará en siete regiones del país.  

“Con esta iniciativa buscamos mitigar las principales amenazas que enfrenta la güiña en la actualidad. La protección de este felino funciona como un ‘paragua’, ya que muchas otras especies se verán beneficiadas de forma indirecta por las medidas contempladas en este plan, ayudando también a la conservación del bosque templado lluvioso y esclerófilo”, afirma Constanza Napolitano, científica del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y directora del proyecto.

Moisés Grimberg, encargado nacional de Especies Amenazadas de la Gerencia de Áreas Protegidas de la Corporación Nacional Forestal (Conaf), coincide con Napolitano: “Este es el primer plan de conservación realizado para un carnívoro, el cual vive en ‘parches’ de bosque nativo. Si bien se focaliza el trabajo en una especie en particular, lo que intentamos proteger es todo el hábitat. De esta manera, podemos priorizar y trabajar sobre los factores más complejos que afectan a la biodiversidad.”

Las principales amenazas que enfrenta esta especie nativa son la pérdida y fragmentación de su hábitat, los ataques y transmisión de infecciones por perros y gatos, la caza ilegal por la depredación de las aves de corral, y los atropellos en carreteras.

Por esta razón, el proyecto abordará de forma integral las aristas ambientales y sociales involucradas, basándose en las medidas prioritarias incluidas en el Plan Nacional de Conservación de la Güiña, la primera iniciativa gubernamental para resguardar a esta especie en Chile, que fue desarrollada por Conaf, pero que hasta antes de este proyecto no contaba con fondos para su implementación. El financiamiento conseguido por Napolitano vino a llenar este vacío. “Las alianzas entre la academia y organismos del Estado son fundamentales para llevar a cabo proyectos de amplio alcance como este “, añade la investigadora.

El plan se desarrollará en las regiones de Valparaíso, Metropolitana, Libertador Bernardo O'Higgins, Maule, Bío Bío, Araucanía y Los Ríos. Se escogerá una localidad rural cercana a un área protegida en cada región, dado que estas comunidades ejercen una presión directa sobre zonas de alto valor para la conservación.

La ejecución del proyecto contará con el apoyo de Conaf, Ministerio del Medio Ambiente y del Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP), entre otras entidades, para impulsar y fortalecer las medidas contempladas, entre las cuales se encuentran campañas de esterilización, controles de salud y tenencia responsable de mascotas de zonas rurales; la asignación de subsidios para la construcción o reforzamiento de gallineros “a prueba de depredadores”; la instalación de señales viales y lomos de toros en carreteras para reducir la velocidad en sitios donde cruzan güiñas; el establecimiento de corredores biológicos; y el trabajo junto a empresas para el uso sostenible de la tierra.

Para Charif Tala, jefe del Departamento de Conservación de Especies del Ministerio del Medio Ambiente, esta red de colaboración es fundamental para el objetivo de la iniciativa: “El ministerio ha desarrollado varias campañas de vacunación y desparasitación de perros y gatos, justamente para mitigar el impacto de las mascotas sobre la fauna nativa. La información de tales campañas será puesta a disposición del proyecto. También efectuaremos una consultoría para generar una estrategia de trabajo con municipios de la cordillera de Nahuelbuta (Bio Bío y La Araucanía), con miras a empoderarlos en el tema y lograr que articulen el trabajo desde los municipios en tenencia responsable.”

En la misma línea, Maximiliano Sepúlveda, jefe del Departamento de Conservación de la Diversidad Biológica de Conaf, destaca que “una gran cantidad de áreas protegidas, ya sean parques, reservas o monumentos, son administrados por nuestra corporación y conforman un territorio de gran extensión donde se encuentra la güiña. En estos lugares los guardaparques se dedican a la prevención y control de incendios forestales, y a reducir otros factores de riesgo.”

La coexistencia con depredadores

Actualmente, no existe un catastro nacional que permita dimensionar el impacto de cada una de las amenazas. Sin embargo, hay fuentes que proporcionan datos de interés en menor escala, como las iniciativas de ciencia ciudadana que registran los atropellos a la fauna nativa y que, a su vez, entregan información valiosa sobre los sitios críticos donde sería estratégico instalar señales viales y lomos de toros.

Lo mismo ocurre con centros de rescate y rehabilitación de fauna donde llegan güiñas atacadas por perros. En el caso de los individuos muertos por distintas causas, la investigadora también ha realizado análisis genéticos para detectar patógenos (como virus o bacterias) que podrían transmitirles los canes y gatos domésticos, siendo estos últimos una potencial fuente de leucemia e inmunodeficiencia felina.

Por otro lado, los bosques han sido reemplazados por terrenos agrícolas, forestales y ganaderos, o por zonas residenciales, lo que hace necesario regular el uso del suelo. Napolitano puntualiza: “La fragmentación y destrucción de hábitat es difícil de abordar por su gran extensión y porque tiene a muchos actores involucrados, como por ejemplo la industria inmobiliaria, que lotea parcelas de agrado y subdivide la tierra, aumentando la densidad de gente con perros y gatos en áreas rurales, o las empresas forestales, todas ellas queriendo maximizar ganancias.”

“Por ello es fundamental comunicarnos con cada uno de estos actores, e impulsar buenas prácticas de uso de suelo para un manejo sustentable del paisaje, como conservar la vegetación en cuencas y entre parches de bosque, para convertirlos en corredores biológicos que permitan el desplazamiento de la güiña”, ejemplifica la investigadora.  

Finalmente, los subsidios para el mejoramiento de gallineros pretenden resguardar a las aves de corral, con el propósito de impedir el ingreso de la güiña y su posterior caza. “Cuando trabajaba en Chiloé, era común escuchar que mataban a güiñas tras ser halladas en gallineros. Una vez nos llamó una persona para pedirnos que retiráramos a una que encontró en su corral, y que resultó ser una cría”, recuerda la científica del IEB, quien lleva más de 14 años trabajando con especies de felinos silvestres.

De esta manera, el trabajo con los vecinos será complementado con actividades de educación y concientización ambiental. Luego de los dos años de ejecución, se realizará una evaluación del impacto de las distintas acciones implementadas en las siete regiones.

“Esperamos que las propuestas de trabajo con comunidades sean efectivas, y permitan mejorar la situación de la güiña a nivel local, generando las bases que permitan extrapolarla a otras localidades”, señala el representante del Ministerio del Medio Ambiente.

“Necesitamos que se valore a los carnívoros nativos como la güiña. Su presencia trae beneficios, ya que depredan roedores, controlando directamente el virus hanta. No podemos retirar y translocar estos animales a otros lugares cuando existen conflictos con comunidades rurales, porque eso no soluciona nada. Por ello es importante la educación ambiental, para que aprendamos a coexistir con la güiña y otras especies, y entendamos la relevancia de conservar nuestros ecosistemas”, concluye Napolitano.

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