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La Cuenca de Tinquilco, sobreviviente del pasado de los bosques nativos del centro sur de Chile

Por Lorenzo Palma / 30 de julio de 2019
ONG Ranita de Darwin
En la Región de la Araucanía, se oculta entre el bosque nativo templado lluvioso una cuenca con grandes maravillas naturales
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En Tinquilco, vive el sexto árbol más grande de Chile, de más de 65 mil estudiados y el segundo coigüe con mayor diámetro superior a los 2,5 metros, de los más de 2.112 catastrados. Al caminar por el Bosque Templado lluvioso que crece en Tinquilco, los expertos cuentan haber escuchado el canto de la ranita de Darwin, animal endémico de los bosques templados de Chile y Argentina, al igual que ver las huellas del ciervo más pequeño del mundo, el pudú.

Se trata de la cuenca de Tinquilco y el lago del mismo nombre, que se alimenta de Los lagos Verde, Toro y Chico y las lagunas Escondida, Seca y Sin Nombre, más algunos esteros, los cuales dan vida a 100 hectáreas de aguas casi prístinas. En la cuenca y alrededor del lago Tinquilco habitan especies emblemáticas, como el puma, la ranita de Darwin y el monito del monte, así como árboles que superan los 50 metros de altura y los dos metros y medio de diámetro.

El Dr. Alvaro Gutiérrez, académico del Departamento de Ciencias Ambientales y Recursos Naturales de la Universidad de Chile, ha trabajado en la cuenca y ha descubierto algo increíble en la actualidad, bosques sin la intervención del ser humano. “Son bosques intactos, maduros, que no tienen evidencia de haber sido intervenidos”, comentó.

Los bosques intactos en primer lugar tienen nula o escasa intervención humana, representan un patrimonio para las próximas generaciones y albergan biodiversidad única, son ecosistemas críticos para las estrategias de conservación, explica el especialista.

Estos bosques se originaron hace milenios y se vuelven muy relevantes para la historia natural, tienen una mayor complejidad y son heterogéneos, además de representar sistemas naturales que permiten tener referentes de los cambios”, explicó el Dr. Gutiérrez.

En la cuenca de Tinquilco, por si fuera poco, existen árboles que se conocen como monumentales. Para alcanzar esta categoría deben tener un diámetro superior a los 2,5 metros y una altura de 50 metros, lo que crea el hábitat perfecto para cientos de especies, para la investigación y valoración de la naturaleza.

El lago se encuentra abrazado por exuberantes bosques nativos, donde crece el segundo coigüe más grande de Chile, en plena Región de la Araucanía, a menos de una hora de Pucón y al lado del Parque Nacional Huerquehue. Pero sucede algo particular, ese coigüe como tantos otros árboles y animales del sector no están protegidos y quedan a la merced de los propietarios de las parcelas y predios donde crecen estos árboles.

Uno puede preguntarse ¿por qué proteger éstos árboles? El Dr. Álvaro Gutiérrez, quien ha catastrado miles de árboles a lo largo del país, dice que son un punto de partida para la fascinación por la naturaleza. En la actualidad son rarezas del mundo natural, regulan el funcionamiento de los ecosistemas, permiten entender las adaptaciones de los distintos organismos, representan un patrimonio biocultural y, finalmente, son sobrevivientes de una fuerte explotación forestal.

En la ladera oeste del lago, el Dr. Antonio Lara, académico de la Universidad Austral de Chile, dice que “se han fechado con técnicas de dendrocronología, basadas en el estudio de los anillos de crecimiento de los árboles, un tineo de 347 años. Además de esta especie nativa, hay coigües, tepas y mañíos de hojas cortas, creciendo en bosques antiguos que por su composición y estructura son únicos en la Araucanía”

Únicos también son los anfibios, específicamente los anuros, que se conocen como ranas o sapos, que están presentes en la cuenca de Tinquilco. De hecho los estudia el Dr. César Cuevas, docente del Departamento de Ciencias Biológicas y Químicas de la Universidad Católica de Temuco, quien detalla que son 13 las especies de anuros que potencialmente habitan la cuenca. Él ha escuchado y visto la rana jaspeada (Batrachyla antartandica), ranita de Darwin (Rhinoderma darwinini), y sapo rosado (Eupsophus roseus), ¡muy difíciles de encontrar en ambientes prístinos pues disponen de muchos refugios!

Esto significa que  son una clara señal de la buena condición del bosque,  pues son reconocidos como “bioindicadores”. Su presencia indica que están bien las cosas. Por lo mismo, es difícil encontrarlos en Chile. “De estas especies, se tiene bastante información en los aspectos reproductivos, etológicos, de desarrollo, etc., sin embargo, aún se necesita mayor conocimiento, para poder esbozar un plan de conservación apropiado” explica el especialista.

Tanto los árboles monumentales, el monito del monte,  el pudú, puma, la famosa ranita de Darwin y cientos de otras especies de flora y fauna junto con los cursos de agua y el Lago Tinquilco están esperando qué sucede con esta zona que está fuera de la protección del Parque Nacional Huerquehue.

Una iniciativa presentada en 2018 por el Comité de Protección y Desarrollo Sustentable de Tinquilco, organización comunitaria que reúne a vecinos aledaños a la cuenca del Lago Tinquilco y que busca declarar casi 300 hectáreas como Santuario de la Naturaleza, aún no se materializa, Esta iniciativa fue aprobada por el Consejo de Monumentos Nacionales y el Ministerio de Medio de Medio Ambiente en sus aspectos técnicos y jurídicos. Ahora espera, desde enero 2019, que la Ministra de Medio Ambiente, Carolina Schmidt, la someta al Consejo de Ministros para la Sustentabilidad y así tener la oportunidad de ser en el primer Santuario de la Región de la Araucanía.

Sobre este punto, el Dr. Cuevas, aseguró que el Santuario de la Naturaleza es la única figura de protección real de este tipo de paisaje natural. “No sabemos cuántas nuevas especies para la ciencia nos hemos perdido la oportunidad de conocer, de algunos lugares que han sido destruidos por la sobreexplotación de los recursos naturales. Aquí tendremos la oportunidad de conocer mejor las especies ya descritas y ¿Por qué no? probablemente tengamos la oportunidad de conocer nuevas especies, no sólo de anfibios, sino de otros animales que son poco estudiados en Chile”.

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