En estos meses, hemos empezado a observar como el ambiente nacional, se viste de blanco y negro. Los grises y los colores de nuestra diversidad han ido desapareciendo en la paleta colectiva de colores. Siempre la vida en sociedad ha estado tensionada por los conceptos de orden establecido con autoridad y libertad de las personas, garantizada por la ley, para evitar que grupos organizados minoritarios aplasten los derechos de los demás.
Los gobiernos democráticos, son los llamados a resolver esa tensión, vía el ejercicio del principio de autoridad y es su obligación hacerlo. Debe preservar el orden y garantizar el derecho de todos. A su vez, los ciudadanos, deben respetar la ley. A cambio, se obtiene la garantía, que la ley asegura, como son los derechos de cada uno.
La destrucción y remoción del monumento al héroe nacional, ex general de división, senador y jefe de gobierno Manuel Baquedano, nombrado por el Presidente Balmaceda al término de la Guerra Civil de 1891, es el signo elocuente de la decadencia institucional. ¿Cómo salimos de este momento, si existen sectores políticos indiferentes, tolerantes y que vacilan, en condenar la violencia?
El ejercicio democrático que viene, cual es la construcción de una nueva constitución para todos, supone y requiere de la capacidad de escuchar y debatir con argumentos que incorpore nuestra historia y la experiencia internacional, a partir de un diagnóstico certero sobre las causas y consecuencias de lo que ha sucedido en nuestro país, para poder contribuir responsablemente a los cambios. Ese diagnóstico, será fuente de conflicto, por las diferentes miradas que cada uno legítimamente tiene, pero con el cual debemos convivir y tolerar. El conflicto, es el elemento permanente de las sociedades, por que los seres humanos tenemos una enorme diversidad de ideas y propósitos. Pero, la capacidad de resolverlas en paz, tolerancia y armonía es la gran diferencia entre: lo razonado y estable ó una decadencia o derrota, de la convivencia social.
¿Y si nos ponemos de acuerdo?, En nuestro país tenemos que volver a retomar nuestros valores institucionales y valorar el civismo que requiere la democracia para su desarrollo y cuya base fundante es el orden público. Es perfectamente legítimo protestar y exigir cambios a la autoridad, pero no es legítimo destruir el patrimonio nacional, desconocer la historia, usar la violencia y afectar la vida de los ciudadanos.Aquellos que creen que existe una única verdad y pueden imponerse a todos, son la esencia del irrespeto a la libertad.La violencia y el fanatismo, no son formas legítimas para imponerse. Nuestro país aún tiene muchas necesidades aún no resueltas, pero es importante recordar que sigue siendo una de las democracias más consolidadas en Latinoamérica y que es responsabilidad de todos cultivar, mantener y preservar.
Marta Canto Castro. Administrador Publico UCEN. Presidenta Fundación Foro de Los Ríos.
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